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25.4.11

Afuera no se percibia nada. Ningún movimiento, ningún sonido, ningún animal tratando de cazar aprovechando la oscuridad del momento. Nada. Al igual que dentro; en su mente. Como si fuera reflejo del exterior, ninguna palabra, ninguna imagen, ningún recuerdo que tratase de resurgir, nada, existía en su mente.

Horas antes, su mente se veía inundada de pensamientos, tratando de decir qué hacer. Igual esa hubiera sido la solución para todo: no pensar. ¿Y si en toda nuestra vida, negasemos el pensamiento? No escuchar nunca más, y nunca antes, los ecos que se producen en nuestra mente; el instinto animal como bandera. Ser un león en la vida.

Reuniendo fuerzas, forzó el sueño, esperando que algo, por ínfimo que fuera, se posara en su mente mientras estuviera postrada en aquella cama de matrimonio, medio vacia. Que pasara algo en su mente, que devolviera todos los pensamientos a su sitio, haciéndole no sentirse solo.

Pero no pasó nada. Ni afuera; ni en su mente.

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